Tras la dura campaña de 1622, durante el siguiente año, no se realizaría ninguna acción de enververgadura en el frente de los Países Bajos. El genovés al servicio de España, Ambrosio Espínola, Capitán General del Ejército de Flandes, pasó todo ese año recomponiendo el desgastado ejército de campaña.
Ambrosio Espínola (Ambrogio Spinola): Pertenecía a una acaudalada familia genovesa. Prototipo de empresario militar de la época, en 1602 ofreció al rey de España reclutar a sus expensas 2 tercios italianos para el frente de Flandes, a cambio de obtener el mando de uno de ellos. A partir de ahí, su carrera militar fue fulgurante. (Grabado de Crispijn van de Passe)
Sin embargo, para la campaña de 1624 se fijó como objetivo la ciudad de Breda, ciudad que había cambiado hasta 4 veces de mano en lo que iba de guerra, que era residencia de la casa de Orange y que estaba fuertemente fortificada. Espínola la asedió en agosto de ese año, con un ejército de 18.000 soldados de todas las naciones (españoles, italianos, valones, borgoñones y mercenarios alemanes, irlandeses y escoceses).
Esta vez Espínola no cometería los errores del sitio de Bergen-op-Zoom; esta vez rendiría la ciudad por hambre, sin realizar asalto alguno, y cercándola totalmente, sin dejar ningún espacio abierto por el cual pudieran recibir socorro.
Para ello realizó un auténtico tren de trincheras, fortificaciones y reductos que rodearon la ciudad en su totalidad. Apenas se dieron combates para reducirla, por lo que el asedio se demoró durante 9 penosos meses, en los que el ejército sitiador comenzó a tener todo tipo de privaciones.
El ejército de las Provincias Unidas realizó varias maniobras de diversión, tomando Goch y realizando un amago contra Amberes, pero no consiguió que los hispánicos levantaran el sitio. En mayo de 1625, Federico-Enrique, Príncipe de Orange, realizó un intento por socorrer Breda y atacó por la noche el reducto de Terheyden. Tras ser rechazado con más de 200 bajas, incendió su campamento y se retiró. Justino de Nassau, hermanastro de Federico-Enrique y gobernador de Breda, rindió la plaza a principios de junio.
El ataque al reducto de Terheyden fue el único combate de entidad que se produjo durante el asedio, lo demás fueron escaramuzas; si bien las enfermedades y las privaciones provocaron muchas bajas en ambos campos. El propio Mauricio de Nassau, Príncipe de Orange, murió en abril de enfermedad contraída en la campaña por liberar Breda, siendo sustituído en el Gobierno de las Provincias Unidas por su hermanastro Federico-Enrique de Nassau.
Detalle de un cuadro del flamenco Pieter Snayers, sobre el asedio de Breda, que muestra el ataque al reducto de Terheyden. El ejército neerlandés, a la izquierda, realiza el ataque por el dique y es reconocible por las banderas naranjas, blancas y azules; en contraste con las banderas rojas de las posiciones hispánicas. Se aprecia al general asaltante, en medio de la formación de piqueros, con un caballo blanco, faja y plumas naranjas. (Vista caballera del sitio de Breda, Museo del Prado)
Herman Hugo, capellán militar de Ambrosio Espínola, al que acompañó en sus campañas y fue testigo vista del sito de Breda, relató el ataque al reducto de Terheyden en su obra "Obsidio Bredana":
"A quince de Mayo, después de la media noche, quiso Henrique de Nassau [Frederik Hendrik, Príncipe de Orange] probar la fortuna, pues aunque se había recibido algún daño, no tocó éste en la parte principal del ejército: mandó acometer el último cuartel de Terheyden, en lugar bien dificultoso para los que habían de pelear y pasar; pues no se podía llegar a él, sino por los dos diques de Sevenberghe y Gertrudenbergh [Zevenbergen y Geertruidenberg] (...) envió por el dique de Gertrudenbergh la mosquetería Inglesa, era gente escogida; y los doscientos coseletes [piqueros con coraza]; todos con armas fuertes: guiábalos el Coronel Ver Inglés [Sir Horace Vere], acompañado por los demás de su nación; y para sustentarla seguían los Franceses y Alemanes: serían todos al pié de seis mil. Venía con la retaguardia el artillería gruesa y carruaje; al lado la caballería: y en medio de sus tropas aguardaba Henrique de Nassau el suceso. Mas el Marqués [Spínola], advertido del intento, avisó en toda diligencia a Paulo Baglion [Paolo Baglioni] y Carlos Roma (tenían a cargo aquellos cuarteles) que estuviésen apercebidos (...)
Así como rompió el alba, mandó el Príncipe de Oranges que por diferente parte hacia el cuartel de Balançon [Claude de Rye, barón de Balançon] tocasen las caxas [tambores], para divertirnos, y como si por aquél lado hubiera de acometer: mas llegó por esotro el enemigo, y tan presto oprimió a la centinela perdida, que no tuvo lugar de avisar a sus compañeros: inconveniente que se evitára, a haber estado de posta en el dique sólo un caballo ligero (...)
Los Ingleses dando con grande ánimo sobre el reducto, en que había un Alférez con pocos Italianos, los echaron del con las granadas que arrojaron; y subiendo en la muralla, degollaron a algunos: y luego poniendo la arcabuzería detrás del reducto, y en las cortaduras del dique, para defender a los que pasaban más adelante, ganaron con la misma felicidad y osadía la media luna, que cubría la puerta del fuerte: procuraban por aquel lado plantar en él la bandera, trepando con las manos y piés por el muro; ya que los tímidos carreteros, no osando pasar más adelante con los carros, se huyeron por miedo de la artillería, dejándo en la retaguardia las escalas, y garfios de hierro: que así suele muchas veces por mínima cosa interrumpirse el suceso de las mayores empresas. (...)
Los Italianos que defendían la trinchera del dique de Sevenberghe, viendo el enemigo tan adelante, la desampararon; pues estando descubiertos por aquella parte, ya no la podían defender. Peleaban los Ingleses con tanto esfuerzo, como si sólo en éste tiempo le hubieran de emplear todo, y no faltó cosa a su valor. Envió Carlos Roma Sargento mayor del tercio del Marqués de Campolataro el Capitán Camillo Fenice con su compañía, para que defendiendo el reducto socorriése a los suyos apretados; pero no pudo con su presencia detener a los que huían, (...)
Viendo Carlos Roma que se retiraba con los demás echados del reduto, tomó la rodela [escudo redondo pequeño] del que se volvía, porque él había venido sin ella; y poniéndose delante de todos, la espada en la mano, restauró la pelea: y con la osadía, que en otro tiempo el César, acometió a los Ingleses que apretaban bravamente; y rompiendo su furia, los hizo volver aun mas presto por do habían venido, arrojándose por tropas del reducto abajo los que habían echado del a los nuestros: otros se iban retirando poco a poco, muchos caían muertos y heridos, y no pocos hallaron la muerte o vida por los pantanos. El que procuraba poner la bandera en el fuerte, cayó atravesado de una pica: tres, que por la media luna se habían arrimado más al fuerte, murieron en las puertas del. Los otros que peleaban más cerca, acabaron casi todos (pasada la cabeza o la garganta) con heridas honradas; alcanzaron del valor con que pelearon este fin honroso dignos de la Vitoria, si no hubieran peleado los nuestros más valerosamente y por mejor causa. Los que tiraban de lejos, fueron despedazados miserablemente de la artillería que jugó contínuamente, llevando manos, cabezas, pies, sin que diese golpe en vano entre los que estaban apiñados; llevando juntamente a muchos por las muchas vueltas que daba el dique: y por ser éste tan angosto, no podían los Ingleses y Franceses que venían de retaguardia entrar en el lugar de los primeros que se retiraban; tanto se habían apretado.
Y reconociéndolo así, y que les daban los nuestros la carga, comenzaron éstos a recogerse poco a poco. Importó grandemente la presencia de Henrique de Nassau, paraque no se turbasen con el temor y peligro; pues hicieron con tan buen orden la retirada, como habían hecho el acometimiento, guardando todos sus puestos y hileras. Conocióse principalmente en esta facción el grandísimo valor del Coronel Ver que los conducía; porque hallándose en la vanguardia, entre las balas que llovían, siempre con la misma constancia de ánimo, ponía en lugar de los que se retiraban a otros nuevos, socorriendo con gente fresca la cansada, y con los más promptos a los heridos, (...)
La mañana descubrió la miserable forma del destrozo: el dique lleno de muertos, la tierra y arenas mezcladas en sangre: las piernas, cabezas, manos y pies despedazados, y destrozados los cuerpos, que hazían por todas partes el espectáculo horrible. Algunos se habían arrojado a los pantanos, otros medio vivos lamentando gravemente fueron traídos a nuestro campo, en que murieron. Súpose por las cartas que el Príncipe Henrique escribió a Justino [Justino de Nassau], que habían perecido más de doscientos; bien que otros que venían a rendirse, afirmaban que eran quinientos los muertos; y entre ellos ocho o diez Capitanes y Cabos, y otros ilustres por su nobleza. No murieron de los nuestros más de doce o quince; y entre ellos el Capitán de infantería Camillo Fenice, mientras defendía la puerta del fuerte: estropearon de la mano derecha a Juan Bautista Ursino otro Capitán de infantes que peleó valerosísimamente: (...)"
Es conmovedora la carta que Sir Henry Vere, Conde de Oxford, mandó a su mujer desde Gertruidenberg, donde estaba convaleciente de las heridas recibidas. El Conde de Oxford, que lideraba un cuerpo de 300 piqueros, dentro del contingente atacante, relata que está bien a pesar de estar herido por un balazo en el brazo, también relata las bajas sufridas por los mandos de su unidad en el ataque.
"This letter is to show I am well lest reports might err. The vanguard attacked Terheyde under the Lord General Vere [Sir Horace Vere] and myself. Our nation lost no honour, but many brave gentlemen their lives. My ensign T. Stanhope was killed upon the place. Captain J. Cromwell is dangerously hurt. We fought as long as our ammunition lasted, and I was shot in my left arm."
El Conde de Oxford murió poco después en La Haya, por la fiebre causada al empeorar la herida.