martes, 20 de febrero de 2018

Matar a un Rey: La ejecución de Carlos I de Inglaterra


Las Guerras civiles británicas (1639-1651), también llamadas Guerras de los 3 reinos o Revolución inglesa, abarcan varios conflictos militares: Las guerras con el "Covenant" escocés o Guerras de los obispos (1639-1640); la rebelión irlandesa (1641) y la subsiguiente Guerra de la Confederación de Kilkenny o Guerra confederada irlandesa (1641-1652); las guerras civiles inglesas (1642-1651); las campañas del marqués de Montrose en Escocia (1644-1645); y la conquista de Irlanda por Oliver Cromwell (1649-1652).
Durante estas guerras se produce uno de los hechos más interesantes del siglo XVII: la detención, juicio y ejecución del Rey de Inglaterra por el Parlamento inglés (1649), y la instauración en Inglaterra de una República ("Commonwealth"), que acabaría abarcando los 3 reinos (Inglaterra, Escocia e Irlanda), y que regiría posteriormente de manera dictatorial el general Oliver Cromwell, puritano radical, con el título de Lord Protector (1653).

Mayolino Bisaccioni, historiador y soldado italiano al servicio del Imperio Germánico y de Saboya, que nos dejó una relación sobre las guerras civiles inglesas, traducida al castellano ya en el siglo XVIII, señala las razones que le impulsaron a haberla escrito:

"Las revoluciones de los pueblos son comúnmente hijas del mal gobierno de los Ministros, y esa es la causa porque yo he intentado escribir las que han sucedido en mis tiempos, (...) Y así me resuelvo a dar principio a la de Inglaterra, como más trágica; pues redujo a un Príncipe a morir en las sangrientas manos de un verdugo."

Grabado que representa la ejecución del rey Carlos I de Inglaterra, perteneciente a una balada inglesa contemporánea.


Tras la batalla de Naseby (1645), Carlos I de Inglaterra se vio obligado a huir de la corte de Oxford, que fue bloqueada por los parlamentarios. Carlos se entregó al ejército escocés, al mando de David Leslie, que asediaba Newark (1646). Finalmente, tras meses de negociaciones, en 1647 los escoceses le entregaron al Parlamento.

Durante el tiempo que el rey Carlos estuvo recluido, éste negoció secretamente con los escoceses, que se pasaron ahora a su causa e iniciaron la guerra con el Parlamento (1648). Además se sucedieron varios levantamientos monárquicos por el país. Así, en 1649, el Parlamento juzgó al Rey de Inglaterra, acusándole, entre otros cargos, de alta traición al Reino.

Bisaccioni, en su obra "Guerras civiles de Inglaterra y trágica muerte de su rey Carlos I", señala los cargos de los que se acusaba al Rey:

"Que habia el Rey no solo fomentado, sino suscitado la rebelión de Irlanda: Que habia concertado con los Católicos la extirpación de los Protestantes sus súbditos: Que habia movido las armas contra el Parlamento, violado las leyes del Reyno, e introducido la guerra contra sus vasallos inocentes."

Bisaccioni también indica la defensa que el propio Rey realizó ante el cargo de haber promovido la guerra contra el Parlamento, y por tanto contra el Reino y sus súbditos. Señalando el rey Carlos que levantó su ejército sólo cuando el Parlamento comenzó a reclutar el suyo contra él:

"(...) y que no cupo jamás en mi ánimo la intención de disminuir en la más mínima parte los privilegios de mi Parlamento, antes, como se podrá ver después, concedídole mucho más que todos mis predecesores: ni junté ejército, hasta que las dos Cámaras alistaron las Milicias, para oprimir mi autoridad, y usurparse la que no tuvieron (...)"

En cuanto a los cargos de auspiciar la rebelión irlandesa en 1641, el Rey lo achacó a rumores sin fundamento para dañar su autoridad. También negó los cargos de tratar de imponer el culto católico:

"Que yo suscitase las guerras de Irlanda, no es, ni jamás se hallará verdadero. Si he contaminado la Religión, cada uno lo sabe, y conocerá, que he defendido cuanto he podido mi Iglesia, (...)"


Las acusaciones hacia Carlos I de Inglaterra de haber fomentado la rebelión irlandesa también salpicaron a España. Bisaccioni relata los motivos, entre los cuales se encuentra el tradicional apoyo que España había dado a la casa de O'Neill, siendo Phelim O'Neill uno de los principales artífices de la rebelión irlandesa de 1641.
Además del rápido retorno a Irlanda de varios oficiales y soldados mercenarios irlandeses del Ejército hispánico de Flandes, para ayudar a la Confederación de Kilkenny en su lucha contra Inglaterra (Ver NOTA2 de la entrada anterior). Y también que, a partir de 1630, el rey Carlos I de Inglaterra permitiera que España realizara habituales reclutas de irlandeses para el Ejército de Flandes.

"Corrió voz que habia intervenido en este movimiento el Embajador del Rey Católico [de España, Felipe IV], y colegiase de ser toda su familia Irlandesa, y haber sido siempre los de Onel [O'Neill] devotísimos de la Casa de Austria. Y avivó estos indicios el que algunos Regimientos que con dinero de España se levantaban en aquella Isla, prontamente se movieron en favor de los sublevados. No podía dejar de mezclarse en estas sospechas el Rey: y así trajeron a la memoria, que cuando estuvo el Rey en Escocia [¿1633 o 1641?], pidió a aquel Parlamento, aunque infructuosamente, dejase hacer leva [recluta] en Irlanda de seis mil infantes para servicio de España, que después se habian reducido a tres. Decían también que el designio era armar buen nervio de gente con el pretexto referido."

Sirva como ejemplo de estas sospechas que, en noviembre de 1641, el Parlamento ordenó abrir y leer las cartas dirigidas desde Dublín a don Alonso de Cárdenas, embajador español en Inglaterra (1638-1655), bajo la sospecha de que los españoles estaban apoyando la rebelión irlandesa.

Grabado que muestra los crímenes y excesos que se cometieron contra los colonos ingleses y escoceses durante la rebelión irlandesa de 1641. El texto señala como los protestantes ingleses fueron desnudados y expulsados -de las plantaciones de colonos en tierras expropiadas a los terratenientes irlandeses- hacia las montañas, durante el frío y la nieve, donde muchos cientos murieron, yaciendo en las zanjas o viviendo como salvajes. (Grabado atribuido a Wenceslaus Hollar, The Teares of Ireland, 1642)


La suerte del rey Carlos estaba echada: Al negarse a pedir una súplica ante la Corte penal, alegando que sólo Dios estaba por encima de su autoridad, fue condenado a muerte. El rey Carlos fue decapitado en frente del "Banqueting House" en el Palacio de Whitehall. Bisaccioni relata sus últimos momentos:

"(...) la mañana pues referida [30 de enero, 1649], llegando a S. Jacobo [Palacio de St. James], donde estaba preso, un Regimiento de Infantería, entraron algunos Gentilhombres, y el Coronel Tomlinson [Matthew Tomlinson], que le tenía en custodia, y le dijeron era hora de ir a la sentencia. (...) y púsose en ala su acostumbrada compañía de guardia de Archeros [¿"Yeomen of the Guard" o los Alabarderos de la Guardia?], que descubiertos le iban haciendo espaldas, no para defenderle ya, sino para acompañarle. No iba ninguno sin lágrimas, viéndose obligados a acompañar vivo a la muerte al mismo Señor, que tantas veces habian defendido de ella; (...) Marchaban las compañías del Regimiento tendidas las banderas, al son de las cajas [tambores], como si entraran de triunfo (...) Llegó a su Palacio [de Whitehall], y entró en su Oratorio, donde se hincó de rodillas a rezar (...) le preguntaron, si queria ir a comer, y respondió; que bastaba un bizcocho, y un poco de clarete de Francia, (...) Desembarazóse presto, y entró en el cadalso todo cubierto de luto. Estaba hecho con arte tan lejos del pueblo, que ninguno pudiese oírle, (...) Pusiéronsele delante dos verdugos cubiertas las caras; y hay quien vanamente dice, eran algunos principales Coroneles, por si acaso sucedia algún accidente, (...) Fuera del cadalso, como por magnífico aparato, estaban muchas tropas de caballería asegurando, que ninguno se arrimase. (...) Hincóse de rodillas delante del cepo; (...) y dichas algunas breves, y secretas oraciones alzó la mano; y el impío ejecutor cortó en un golpe la Regia cerviz."


Pintura que representa la ejecución del rey Carlos I de Inglaterra. Más preciso que el grabado del inicio, en el aparecen representados los dos verdugos con el rostro tapado que se menciona en la relación de Bisaccioni. Asimismo se muestra la guardia de alabarderos que acompañó al Rey, rodeando el cadalso; así como las tropas de caballería, que impiden que el pueblo se arrime, y que también se menta en la relación de Bisaccioni. A la izquierda de la composición se añade retratada la figura del rey Carlos. (Pintura del flamenco Gonzales Coques)


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NOTA1: De manera no oficial España sí participó en la rebelión irlandesa: En abril de 1642, varios nobles irlandeses de Munster enviaron una carta a Felipe IV solicitando armas y la licencia de algunos oficiales mercenarios irlandeses al servicio de los ejércitos reales españoles. Así en julio y en septiembre desembarcaron en los puertos de Donegal y Wexford, respectivamente, cerca de 1.000 soldados irlandeses veteranos que habían servido en el Ejército hispánico de Flandes o en otros ejércitos. (Ver NOTA2 de la entrada anterior)
Otro veterano del Ejército hispánico de Flandes, el capitán Garret Barry, fue nombrado general del Ejército confederado irlandés de Munster.
También una delegación irlandesa llegó a Zaragoza para pedir al Rey de España armas y dinero. Felipe IV aceptó, pero las armas y municiones se trasladarían a Irlanda en barcos particulares, y los irlandeses deberían negociar directamente con los asentistas en los puertos españoles.

NOTA2: Desde 1645, Matthew Tomlinson ostentó el rango de Mayor en el regimiento de caballería de sir Robert Pye, al que sucedió en el mando en 1647. En 1648, Tomlinson y su regimiento tuvieron a su cargo la custodia de Carlos I, hasta el día de su ejecución.